Los avances tecnológicos han sido históricamente percibidos como catalizadores de productividad y riqueza, capaces de transformar industrias y abrir nuevas oportunidades económicas. La inteligencia artificial (IA), en particular, está planteando un desafío fundamental en el sector de las telecomunicaciones que no tengo claro que sea del todo visible: en lugar de generar expansión y crecimiento, parece estar enfocada en compensar ingresos estancados, lo que podría exacerbar los problemas estructurales de la industria y provocar despidos masivos.
Desde una perspectiva económica, la eficiencia tecnológica suele ser un motor clave de riqueza. La Revolución Industrial, por ejemplo, aumentó la productividad en sectores clave, liberando recursos para nuevos emprendimientos y generando crecimiento económico sostenido. De manera similar, la revolución de Internet ha tenido un impacto significativo en la economía global, permitiendo la creación de nuevos modelos de negocios basados en plataformas en línea y propiciando un aumento en la eficiencia, la productividad y la innovación. Ambas crearon una ganancia neta a pesar de que hubo perdedores que debieron adaptarse a los cambios introducidos por ambas revoluciones.
Sin embargo, en la actualidad y en el caso de las telecomunicaciones, la eficiencia impulsada por la IA parece que se está orquestando, principalmente, para mantener márgenes de ganancia en un contexto de ingresos planos o decrecientes. Esto, en mi humilde opinión, cambia completamente la dinámica. El sector enfrenta desafíos estructurales: mercados saturados, competencia feroz, modelos de negocio que no logran capitalizar completamente el valor de las redes 5G y una presión constante para reducir precios. En este contexto, la IA no está siendo utilizada para expandir mercados o diversificar servicios, sino para reducir costos operativos, porque este es el ejercicio de supervivencia que lleva ejecutando el sector con “éxito” desde hace dos décadas.
En 2023, grandes operadores como BT, Vodafone, Telefónica, Telia y Telecom Italia anunciaban recortes significativos en su plantilla, afectando a más de 80.000 empleados solo en Europa. Nokia, uno de los principales fabricantes de equipos, también comunicaba ese mismo año la eliminación de 14.000 puestos de trabajo, señalando la necesidad de adaptarse a un mercado cambiante. Estas medidas no son eventos aislados, sino parte de una tendencia cíclica en telecomunicaciones que ahora se podría ve amplificada por la implementación de la IA, si su objetivo es únicamente reducir costos.
El problema central radica en que la IA, en lugar de ser una herramienta para crear nuevas oportunidades, está siendo instrumentalizada para compensar deficiencias estructurales. Esto tiene implicaciones significativas. La eficiencia generada por la IA reduce costos para las empresas, pero si los ahorros no se reinvierten en innovación o se redistribuyen, el impacto económico positivo queda limitado a un pequeño grupo de accionistas. Esto podría aumentar la desigualdad y reducir el impacto multiplicador de la tecnología en la economía.
A diferencia de revoluciones tecnológicas anteriores, no hay sectores emergentes capaces de absorber a los trabajadores desplazados. La IA afecta tanto a empleos manuales como cognitivos, y su adopción simultánea en múltiples sectores dificulta la reubicación laboral. Además, la pérdida de empleo y el estancamiento salarial limitarían el poder adquisitivo de los consumidores, afectando la demanda de servicios, incluyendo a las telecomunicaciones. Esto podría crear un círculo vicioso en el que las empresas, enfrentadas a una menor demanda, continúan recortando costos.
En teoría, la IA tiene el potencial de ser un motor de crecimiento económico, los temores expresados aquí no son nuevos y en anteriores avances tecnológicos la humanidad ha salido airosa. Con la IA debería pasar algo parecido, léase, al mejorar la eficiencia, libera recursos que pueden reinvertirse en innovación, expansión de mercados y diversificación de servicios. En telecomunicaciones, esto podría traducirse en nuevos modelos de negocio basados en redes privadas 5G, servicios IoT o aplicaciones personalizadas impulsadas por datos. Sin embargo, para que este potencial se materialice, las empresas deben adoptar estrategias que prioricen la monetización a través de la IA. Esto significa no solo reducir costos, sino también identificar formas de generar ingresos adicionales gracias a esta nueva herramienta. Por ejemplo, desarrollar servicios de valor añadido que aprovechen las capacidades de la IA para ofrecer soluciones personalizadas a empresas y consumidores.
El principal objetivo de la IA en telecomunicaciones debe ser liderar un cambio hacia el crecimiento sostenido del sector. La IA debería ayudar con el principal problema que enfrentamos: la monetización. Las eficiencias operativas son necesarias y útiles, pero sin un enfoque claro en la creación de nuevos ingresos, estas mismas eficiencias pueden llevar al sector a una espiral de contracción. La IA tiene el poder de transformar la forma en que se monetizan las redes e inversiones, creando servicios que aprovechen al máximo el potencial de las tecnologías emergentes y redefiniendo la relación entre operadores y usuarios. Este enfoque puede convertirla en una herramienta no solo para optimizar, sino para expandir y renovar el sector.
La paradoja de la IA en telecomunicaciones es que su eficiencia, en lugar de ser un motor de crecimiento, podría convertirse en un acelerador de la contracción del mercado. En un sector donde los ingresos no crecen al ritmo de la inversión tecnológica, la IA corre el riesgo de convertirse en una herramienta para maquillar problemas estructurales, en lugar de resolverlos, para que acaben explotando más adelante. El desafío para el sector es claro: la IA no debe ser vista solo como una forma de ahorrar costos, sino como una oportunidad para reinventar modelos de negocio y generar valor real. De lo contrario, las telecomunicaciones, lejos de liderar la revolución tecnológica, podrían convertirse en un ejemplo de cómo una tecnología transformadora puede exacerbar problemas existentes en lugar de solucionarlos.