El primer lunes hábil de agosto mostró una caída en las acciones de las empresas tecnológicas, en una jornada en la que temblaron los tableros financieros de todo el mundo. Un recorrido por las noticias que circularon por el mundo nos lleva a un análisis sobre las alertas que deberían encenderse si es cierto eso de que la industria de la inteligencia artificial (IA) habría creado una burbuja y que el gran desafío de las tecnológicas para por la monetización.
Sobre el estremecimiento bursátil
Las bolsas asiáticas, en especial la japonesa Nikkei, comenzó la semana con una caída hasta niveles históricos, que llevó a todos los analistas a traer el recuerdo de aquel “lunes negro” de 1987. Y, como el aleteo de una mariposa, el impacto no tardó en replicarse en las bolsas de todo el mundo. Por ejemplo, en Estados Unidos, sus mercados bursátiles registraron la peor caída en dos años. Sin embargo, este martes, esos indicadores rebotaron y parecen haber recompuesto los resultados.
Todo comenzó a partir de la decisión que tomó Japón de incrementar sus tasas de interés como consecuencia de haber identificado que a partir de sus beneficios se tendieron estrategias especulativas con su moneda. Tal como lo reflejó la prensa internacional, como Reuters, La Nación, Investing.com, El Economista y otras, los indicadores macroeconómicos globales se desplomaron y los países comenzaron a desplegar distintos mecanismos para tratar de contenerlo.
Pero también hubo novedades en torno a las tecnológicas. Al evento se lo presentó como el del “desplome de las siete magníficas”, tal como lo caracterizó Bloomberg al momento de reflejar el resultado del Nasdaq, donde Nvidia tuvo una caída del 6,36 por ciento, al igual que Apple (-4,82 por ciento), Alphabet (-4,61 por ciento), Amazon (-4,1 por ciento), Microsoft (-3,27 por ciento) y Meta (-2,54 por ciento).
No sólo un evento aislado
Dicen que no fue sólo eso y las crónicas apuntan a que los balances son analizados por los inversores globales para identificar qué solidez tienen las promesas que estas empresas anuncian, por ejemplo, en materia de IA. Y que, en ese sentido, los resultados resultan ambiguos.
El de Microsoft es un ejemplo. No sólo porque está muy fresca en la memoria global la falla en la actualización de un componente de ciberseguridad de CrowdStrike que hizo colapsar los sistemas de Windows el pasado 19 de julio sino también porque el crecimiento de Azure, su servicio en la nube, no parece haber sido el esperado. Aunque registró un alza, dicha tasa del último trimestre fue del 29 por ciento y, en comparación al trimeste anterior, mostró una desaceleración del dos por ciento, dado que había alcanzado el 31 por ciento.
Fue en este marco que Ted Mortonson, director gerente de la empresa de servicios financieros Robert W. Baird, setenció que Microsoft “tiene que demostrar la monetización de la IA”, ante una ronda de inversores, tal como lo reflejó El País, a la par que apuntó que se trata de “la empresa más sobrevalorada del mundo, junto con Nvidia. Así que las dos tienen que hacer buenos números. Y va a ser necesario que Azure acelere para que funcione”.
Vaya paradoja para la industria de las telecomunicaciones conocer que el padecimiento sobre las estrategias de monetización también alcanza a las big techs.
Imagen: geraldfriedrich2/Pixabay
Otro caso es el de Google. Hace apenas dos semanas, las acciones de Alphabet (Google) también habían experimentado una caída importante, y la prensa internacional como Euronews señaló que esto fue en respuesta a haber realizado un gasto mayor de lo esperado para sostener su desarrollo; a la par que sus resultados vinculados al cómputo en la nube se ubicó “lejos de lo esperado”.
A eso se suma que hubo dictamen sobre la causa que desde hace un año se analiza en el Departamento de Justicia de Estados Unidos: Google resultó culpable de violar las reglas de antimonopolio del país, según lo dictaminó el juez de Columbia Amit Mehta. En su argumento, el juez valoró que el motor de búsqueda abusó de su posición dominante y lo instó a “detenerse” en su “comportamiento anticompetitivo”.
“Los acuerdos de distribución firmados por Google (…) impiden a sus rivales competir”, dijo el magistrado en su decisión, tal como lo reflejan las coberturas de France 24 y Euronews, en las que también se recuerda que la empresa enfrenta investigaciones similares en Europa.
Y aunque las conclusiones del juez estadounidense señalan que muchos de los acuerdos exclusivos tendidos por Google con el ecosistema móvil son “monopólicos” y “anticompetitivos”; la empresa está en su derecho de peticionar ante el Tribunal Supremo de Estados Unidos.
Nvidia tampoco escapa a esta tormenta perfecta. Por estas horas se conoció la postergación del lanzamiento de su chip de IA hasta 2025. Según trascendió, por haber identificado una falla en el diseño ya estando en la fase de producción. Y a esa noticia, se correspondió otra que la alcanza: que la industria de IA es una burbuja más.
Reloj de arena. Imagen: Uroš Jovičić/Unsplash
IA ¿una burbuja a punto de explotar?
Polémico, James Ferguson, analista de MacroStrategy, filial de la multinacional MicroStrategy, dijo en un podcast de Bloomberg que la IA es una burbuja y un experimento costoso.
Disponible aquí, la advertencia publicada hace un mes suena fuerte porque subraya que muchas de las herramientas lanzadas al mercado son “inútiles” y plagadas de errores; advirtió que no se puede confiar en modelos como los que ofrece ChatGPT y que tienen un alto consumo energético.
Ssu advertencia parece ser la aguja que explota el globo al advertir que aquellos mercados que dependen de valoraciones que crecen más rápido que sus beneficios “siempre terminan mal”.
A esa mirada se suma la de David Cahn, analista del fondo de riesgo Sequoia Capital, quien sumó argumentos al debate. En un artículo de opinión, disponible aquí, valoró que “la burbuja de la IA está llegando a un punto de inflexión” y que es una industria que debería generar ingresos anuales por 600.000 millones de dólares para ser rentable. En su cuantificación, establece una proyección desde septiembre de 2023 y compara los escenarios con indicadores.
La coyuntura global es compleja, no sólo en términos financieros: mucho de lo que sucede por estos días recuerdan a los transcurridos en torno al cambio del milenio… y no necesariamente por el fantasma del Y2K. ¿Será la hora de encender alarmas?
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