La cifra abruma por su impacto medioambiental y en la salud de las poblaciones, pero también en los indicadores macroeconómicos: hacia 2030 se habrán generado 82.000 millones de kilogramos de desechos electrónicos en todo el mundo. Y si no se introdujeran cambios en la tendencia, sólo se habrá disminuido en un 20 por ciento como consecuencia de su recolección y reciclaje. Los indicadores surgen del Global E-waste Monitor 2024, publicado por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), que midieron los valores globales hasta 2022 y en el que se advierte que no se habría podido lograr el objetivo global de reciclar el 30 por ciento de sus desechos electrónicos en 2023.
La cuarta edición de este monitor global, que hace foco en algunas regiones y que se propone como herramienta estratégica al momento de desarrollar políticas públicas, en un contexto signado por la electrificación y transformación digital, la multiplicidad de dispositivos y la conectividad.
Estos datos surgen del mismo organismo que advirtió que hay más gente conectada a Internet en toda la historia, aun cuando 2.600 millones de personas -o un tercio de la población global- permanece desconectada; y que el plan en adelante tiene que involucrar un pacto social basado en la inclusión digital, con alfabetización.
En el sector, el planteo sobre el destino de los dispositivos cuyo ciclo de vida se dio por concluido está en la agenda. No sólo, en el ecosistema de la cadena de suministro sino porque la industria móvil advirtió que esta reutilización podría traducirse en un activo de 100.000 de dólares hacia 2026. La sustentabilidad, en ese sentido, involucra diversas acciones.
Según el Global E-waste Monitor 2024, este proceso recién descripto involucra que se incrementara la cantidad de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (AEE) y con ello, se “genere un flujo de residuos que contiene materiales tanto peligrosos como valiosos”, conocidos como Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) o desechos electrónicos,
Entre los hallazgos del trabajo, se documentó que en 2022 se batieron récords al cuantificarse en 62.000 millones de kilogramos de desechos electrónicos a nivel global, o el equivalente a un promedio de 7,8 kilogramos per cápita por año; y que el 22,3 por ciento de esta masa de desechos electrónicos se recogió y se recicló formalmente de manera ambientalmente racional. Pero falta mucho por hacer.
En la última década, entre 2010 y 2022, la cantidad de desechos electrónicos generados pasaron de los 34.000 millones de kilogramos a 62.000 millones de kilogramos y, aunque se hayan invertido esfuerzos en la recolección y reciclaje, la generación de desechos se multiplicó en cinco veces por encima del esfuerzo de darle circularidad.
Un mapeo por regiones exhibe que las tasas documentadas de recolección formal y de reciclaje varían significativamente entre regiones. Por ejemplo, en 2022, Europa fue la región que generó la mayor cantidad de desechos electrónicos, unos 17,6 kilos per cápita; y tuvo la tasa de recolección y reciclaje documentada más alta, unos 7,5 kilos per cápita con un reciclado estimado en el 42,8 por ciento.
En la otra punta de la escala se identificaron países de África, que registró la tasa más baja de los desechos electrónicos documentados como recolectados y reciclados formalmente, del uno por ciento.
En lo que al continente americano respecta, se determinó una generación promedio de 14,4 kilos de residuos per cápita, de los cuales se recogieron 4,2 kilos, lo que significa una tasa de reciclado del 30 por ciento.
“La tasa de crecimiento de los países que implementan políticas, leyes o regulaciones sobre residuos electrónicos se está desacelerando, según datos de junio de 2023” dice el documento y advierte que, en todo el mundo, 81 países (o el 42 por ciento) tienen actualmente una política, legislación o regulación sobre desechos electrónicos; algo que está lejos de cumplir el objetivo de la UIT, establecido en el 50 por ciento (o 97 países) para 2023.
La cuestión regulatoria, como es de esperarse, se plantea como mecanismo estratégico. Y el trabajo relevó que, de los 81 países cubiertos por una política, legislación o regulación nacional sobre desechos electrónicos, 67 aplicaron el principio de Responsabilidad Ampliada del Productor (REP), 46 habían consagrado objetivos nacionales de recolección de desechos electrónicos en sus regulaciones y 36 lo habían hecho para objetivos de reciclaje de residuos a nivel nacional.
En ese sentido, la UIT valora en este reporte -que está disponible aquí– que “es esencial legislar tales objetivos para monitorear el progreso y estimular la recolección y el reciclaje de desechos electrónicos” porque, inclusive, esto tiene un impacto medioambiental y económico, estimados en una pérdida de 37.000 millones de dólares al 2022, por la gestión de residuos. Otros 78.000 millones de dólares se estarían perdiendo por vinculados a costos externalizados para la población y el medio ambiente, derivados de las emisiones de plomo y mercurio, las fugas de plástico y las contribuciones al calentamiento global, particularmente en los casos en que las sustancias peligrosas no se gestionan adecuadamente.